2007/03/30

Susurro

Silbantes y vibrantes, suaves y melodiosos,
desde muy dentro;
que penetren y reconforten, salgan pero que resuenen.
Al menos, así deseo que sean mis susurros.

2007/03/27

Solitario

Viví en una gran ciudad saturada de gente
y cuando pasaba al lado ni se enteraban,
saludaba y ni un leve gesto apreciaba,
chillaba y nunca encontraba respuesta,
jugaba y me cansaba de ganarme.

Un día, agotado de vagar solo por el mundo, ignorado y rodeado de gente,
tomé una fatal determinación: morir en la calle.
Sólo fue en ese momento cuando percibí que la gente caminaba, jugaba, paseaba, reía , chillaba...
pero ya no estaba.

2007/03/17

Cantos de aves

Dentro, cierre de barrotes,
tintineo de llaves y
sirenas gritando.

Tumultos supervisados
por guardias vigilantes
mientras ladran las aves y cantan los perros.

Realidad cambiada, realidad dirigida y desfigurada.
Sueños perfectos en lugares no deseados.

Fuera, tierra, luz y aire y cantos de aves cuando ladran los perros.

2007/03/16

Fusión

Dibújame desnudo con colores naranjas sobre lienzo rugoso,
pues mi color se agita y se escapa cuando nota tu presencia.
Dibújame con el tuyo, untando los dedos y repasando las líneas.
Presenta las sombras con carboncillo, una para ocultarnos y otra para taparnos.
Mezclemos los colores
y porqué no,
los olores
y los sabores.

2007/03/08

Yo ya no estaba

Salté la primera valla y llegué hasta la fuente. No se oía ni se veía a nadie, tan sólo me acompañaba una manada de yeguas que pastaba plácidamente.
Todo estaba como la última vez aunque la maleza se había adueñado del lugar reduciendo el espacio casi a la mitad. Las rocas que nos servían de parapeto, a veces de sillones y otras muchas de sofá, seguían en el mismo sitio. No se apreciaban signos de presencia humana, tan sólo animal.
Me tumbé en la hierba estirando las brazos y las piernas, abriendo las manos, tensando los dedos. Quería abarcar todo de una sola vez, quería sentir todos los años pasados, quería absorver todas las sensaciones vividas en ese mágico lugar.

Había vuelto al pueblo, a la casa de mi infancia, y al río dónde pasé horas interminables, nadando, disfrutando, amando y muriendo.
Subí al monte que protege al pueblo y lo hice escalando como tantas veces había hecho. Los arbustos y los espinos cerraban cualquier paso, pero a mí ya no me dolía.
Desde la cruz que lo coronaba divisé los tejados de las casas, los montes cercanos, el valle, los caminos que unían, los que se perdían, los que subían, los que bajaban...
Me adentré por las callejuelas. Allá estaba Emiliano, el pastor, un poco más viejo, más encorvado, con su bastón, sentado en el banco de piedra, mirando al cielo, abstraído, viendo pasar las nubes, con gesto triste, tal vez porque los años pasan o quizás porque sus amigas, las ovejas, ya nunca volverían. Quién sabe el porqué, puede que ni él lo supiera.
No me vio. No podía porque yo ya no estaba, pero le saludé.
Un niño jugaba a ser guerrero dibujando una pelea con un adversario invisible mientras Aurora entonaba una melodía triste aguardando la llegada de no se quién, de no sé qué. Le saludé como siempre había hecho, pero no me contestó, yo ya no estaba.
La plaza había cambiado. La acacia centenaria que le daba sombra y vida se había convertido en un recuerdo más. El juego de bolos yacía sepultado bajo un manto de hormigón y una fuente rodeada de bancos daba un aire triste a ese rincón en otros tiempos centro de alegrías, juegos, disfrute y diversión.

Me levanté y dirigí mis pasos hacia el bosque buscando la senda para llegar a nuestro rincón más querido, aquel que visité por última vez y en el que desaparecí del mundo real para siempre.
Había que poner mucha atención, las zarzas habían conseguido crear una maraña casi infranqueable ocultando todo vestigio de lo que antaño pudo ser camino. Encontré un hueco entre la muralla y mi cabeza pasó pero el cuerpo se quedó. Tiré con todas mis fuerzas a la vez que en mi cara dibujé un gesto de dolor, aquel que esperaba, pero no vino. Yo ya no estaba.
Divisé nuestro árbol, el que habíamos tatuado con nuestros nombres, el que nos servía de cobijo, aquel donde montamos nuestra guarida imaginaria, donde soñábamos llegar muy alto.
Me subí a la copa como hacíamos antes de zambullirnos. No me quité la ropa, estiré mis brazos y salté. Fueron segundos de recuerdos, mis últimos recuerdos.
Luego nada, yo ya no estaba.

2007/03/01

Nacer...,vivir...



Ser engendrada en los pensamientos.
Ese rincón donde se acumulan muchos sentimientos,
donde todo se carga de emotividad.
¡Qué difícil es vivir!,

incluso en los pensamientos.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.